Intento no hacerlo a menudo, porque creo saber bien quién me rodea, pero cómo saber quién es tu verdadero amigo, quién te hace bien y quién no, quizás adivinar quién te ayuda y quién tan solo te hunde.
Los valores que has aprendido en tu mundo civilizado es que debes ser tolerante o alejarte de las personas que en vez de entenderte te critican.
Y en todo hay un límite, incluso cuando te aguantas a ti misma, pero hace tiempo que intento resolver cual es el limite entre decir la verdad de los hechos para aconsejar y ofender utilizando tus problemas para hundirte.
Así me lo aprendí yo: los amigos no solo están en las buenas, cuando realmente demuestran lo que son no es sino en las malas, son las personas que si tienen que escuchar el mismo tema toda la vida, lo harán sin problemas. ”Un amigo es alguien que conoce la canción de tu corazón... y puede cantarla cuando a ti ya se te ha olvidado la letra.”
Pero cual es el limite entre la sinceridad y las cosas personales que uno debe guardarse. No es bastante el creer en la sinceridad absoluta en cualquier relación. Tengo tantas dudas que no sé si realmente importa tanto mi pasado. Incluso me incierta saber si miento al guardarme cosas de mi pasado que me avergüenzan o podrían echarlo todo a perder, por saber que esos secretos que un día fueron pequeños o grandes baches del camino pueden arruinar lo que ahora en un presente he construido.
Y en al final siempre llego a la conclusión de que vale la pena decir la verdad cuando sabes que quizás venga acompañado de un desasosiego que vuelva a mezclar tu pasado y tu presente haciéndote dudar incluso de tu futuro, ahora incierto.
Y es que todo sucede por un razón y en los días demasiado grises, cuando se me hace imposible el poder ver, sé que en los dedos de una mano tengo a mis amigos, aunque cada uno de estos dedos sea sólo un símil del lugar que les guardo en mi corazón.
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