Mostrando entradas con la etiqueta 121. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta 121. Mostrar todas las entradas

11 de diciembre de 2008

Querido Diario: Correr...[Día 121]

Me mata esta ciudad (Madrid). Me matan estos días, todos los días, me están matando todos los momentos, cada día, a cada momento alguien atenta sobre mí y por las noches me están envenenando. Lo sé. Amanece. Y otra vez me vuelven a matar. Me mata la fe que no tengo, la promesa de una hoguera que me espera al final, la certeza de no saberme hacer entender. Y eso que ya sé que es una queja sin sentido, que tampoco es tan difícil que al fin y al cabo todos nos parecemos en algo, o no, pero bueno, yo también tengo derecho a quejarme un poco, si yo lo que quiero es que alguien de vez en cuando me escuche, sólo eso, no debe ser mucho digo yo, pero no, no, yo aquí con la sonrisa puesta, tremendo personaje que me he asignado, y ya estoy harta, harta, te lo juro, estoy harta ya de tanta escucha, y de hablar de todos los problemas del mundo. Cada día me vuelvo más solitaria, que todo me sobra y nada me llega, que lo echo de menos y no sé dónde está, que nunca supe dónde estaba, pero que da igual, que ahora siempre está quieto allí y voy y no tengo nada que decir, que ya apenas tengo nada que decir ni a él ni a nadie y no me puede contestar o si me contesta no le consigo entender, que saldremos de la crisis, cómo no, acaso lo dudas, de otras peores hemos salido y claro que es evidente que este chico está loco por ti, que ahora todo es mucho más complicado, qué me vas a contar, que no será por ganas, seguro, y yo, de lo único que tengo ganas es de correr, tengo ganas de correr, de correr de correr lo más lejos posible, cambiarme de ciudad, de nombre, de país, de planeta, tengo ganas de correr, de olvidarme de todo de una puta vez como si corriendo pudiera resetear mi mente y mis entrañas, como si pudiera volver a ese estado de no ser, a ese principio donde todas las cosas eran posibles, donde todo estaba por hacer aún, sólo quiero correr, correr y de repente, parar en seco sin más y por fin escuchar sólo ese murmullo de silencio dentro de mi cabeza, ese zumbido de paz, caer exhausta para siempre, dejar que las bocas se muevan pero no me digan nada, tantos móviles para no sabernos entender, tantos medios de comunicación para no tocarnos los unos a los otros ni por una sola vez... Y que razón tienes cuando dices que no sabe lo que pierde.
Creo que necesito escapar.